Resulta casi una ironía que mis días para plasmar y descansar sean ya por sentado los sábados, entonces me desvanezco del mundo exterior y recurro a lo más sublime que para mi hasta ahora conozco: la escritura. Repitiendo una y mil veces cuantas cosas tengo por contar y cuantas por descontar: sus lunares son una de ellas, la forma como caminaba y lo bien que se veía bajo la sombra de aquel árbol, o sentado en aquella banca que fue testigo tantas veces del calor que emanaba al abrazarme o rozar sus manos con las mías.
Vuelvo a mi mente intentando desaparecer la forma de una barba, la textura de esa sonrisa cálida que era mi pan de cada día y el olor de un cuello que ya se había vuelto mi hogar sin siquiera saberlo, descuido un poco el ajetreado día de trabajo y las enormes ganas que tengo de mandarlo todo al carajo para poder encerrarme entre estas letras que han ido cobrando sentido a lo largo o corto de lo que parece ser un grito ensordecedor pidiendo ser rescatado de algo que todavía desconozco.
Mis canciones ahora se han convertido en algo nuevo y menos mal, porque ya es muy difícil lidiar con un recuerdo que se ha cansado de pasar y quedarse, como burlándose de aquello que se jodió desde el momento de un adiós, sin contar la cantidad de noches que se cuela entre los sueños, y las mañanas que se desdibuja una sonrisa de vuelta a la realidad.
Ya todo se transforma en cualquier cosa menos sorpresa, mis manos han quedado un tanto vacías y sigo después de un año entero sin poder hacer nada para cambiarlo, ni hablar de la temperatura tan falta en mi, y la cantidad de veces que sin querer aparece un rostro tremendamente familiar cuando a mitad de una canción me estremezco al sentirla tan mía, todo este embrollo ha sobrepasado el limite de tiempo y de paciencia.
Sin embargo no logro hacer nada que pueda acallar las voces que parecen no tener fin, ni esos recuerdos tan impregnados en cada espacio de este torpe cuerpo y corazón, y mis descuidados ojos han perdido el brillo que los caracterizaba hace tiempo, ya no centellan fuegos artificiales una noche de verano, o de cualquier otra estación, eso es lo de menos.
Entonces vuelvo a la vieja costumbre de escribir para mentirme e irónicamente se termina pareciendo al anterior, ahora un poco menos de él...
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