De tanto cargar con un montón de peso a cuestas, me canse,
llegó el día en que todo este mar de sentimientos termino inundando
mi corazón, mis ojos y se escapó un sábado por la tarde
porque también duele mucho retener todo lo que uno lleva dentro
e ir por la vida pretendiendo ser fuerte y en silencio todo lo contrario.
Cuando lo único que alcanzas a hacer es desbordarte de entre las orillas,
o en medio de tu ser, las palabras se abalanzan por si solas
y tu eres solamente el medio que encuentran para hacerse ver,
sientes como si fueras de otro material o de otro mundo.
Que las cosas buenas que le pasan a muchas personas no vienen a tu vida,
y de alguna manera logras convencerte que tarde o temprano llegaran,
por más normales que se sientan los golpes que te sigue dando la vida
debería bastar con todo lo bueno que das a cambio de un poco de paz.
Y cambias tantas veces de camino, pruebas atajos para acortar tus pasos,
golpeas un poco tus rodillas por ir esquivando huecos y malos caminos,
dejando atrás tantas personas que pensabas indispensables y únicas
para sentir que el camino ya no es tan turbio y cansado como se ve.
Algunas veces he sido el puerto en que alguien decide descansar,
otras muchas me he quedado esperando como un barco a la deriva,
con tantas cosas que hacer en esta vida y por las cuales pelear
siempre he preferido pasar en silencio cuando las heridas sangran
y las palabras o abrazos hacen tanta falta que duele mucho pedirlo.
Las margaritas se van deshojando solas por miedo a ser lastimadas,
los colibríes que habitan dentro han cesado ya su vuelo
y ahora anidan por mucho tiempo esperando tranquilidad,
las manecillas de mi reloj se han roto y el tiempo dejo de tener sentido
porque siempre se hace tarde cuando de esperar se trata...
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