viernes, 27 de abril de 2018

Quejas

Aun no se en que parte de mi existencia comencé a ser una mujer que se la vive quejandose del calor, del frío, de la lluvia, de la sequía, de su aumento de peso; y sin embargo sigo sin hacer nada al respecto, como esperando que ocurra un milagro y todo vuelva a la normalidad: aquellas noches en las que un encuentro era lo único que necesitaba para alegrarme mi vida, esa barba que definitivamente me resultaba demasiado sexy, sus labios tan perfectamente proporcionados que hacían uno al rosar los míos, ¿será posible que después de tanto ir y venir sea este mi destino? el seguir fallando aun en contra de tanto empeño, estar terriblemente lejos de las personas que quise alguna vez en mi vida o peor aun, que sigo queriendo.

Estoy en un punto de mi vida en el que intento ser la chica fuerte que sigue adelante a pesar de tanto que tiene en su contra, y sin embargo a mi edad siento que he desperdiciando gran parte de mi vida tratando de agradar a personas que no lo merecen, tratando de volverme una persona capaz de ser amada, irónico ¿no? como si eso fuese algo que dependa de uno mismo, porque ¿que pasa cuando la otra persona es incapaz de valorar o peor aun de amar? entonces inevitablemente tu ya no eres la del problema, y te sigues preguntando cada mañana si él pensará en ti cuando abre los ojos, si en el camino a su trabajo recuerda aquella sonrisa que lo hacía temblar, si por la tarde extraña lo felices que eran planeando los pocos o muchos encuentros nocturnos, si los sábados se tornan tristes porque sabe que su día (domingo) ya nunca más va a ser suyo, o si pretende seguir como si nada, como si nadie, y como si nunca.

Tantas y tantas preguntas sin respuesta que siguen dentro, vuelvo la mirada al pasado y pretendo estar tranquila porque no fui yo la que perdió, sin embargo me miento una y mil veces antes de aceptar que una parte mía se quedó con él y quizá esa era la que más me agradaba, podíamos ser los más tontos del mundo estando juntos y eso era algo tan nuestro, hacernos reír era mi parte favorita, y me maldigo y lo maldigo a él por haberme dejado sin un pedazo de mi corazón.

Justo ahora tengo la certeza de que si lo extraño a él junto a mí, pero tampoco quisiera que regrese, nada sería igual y aún así sigo en la etapa de la negación, no me acostumbro a tanto silencio, a no ver esos ojitos que me hacían suspirar, esas pestañas que envidiaba mil, hasta sus defectos me parecían tan encantadores...




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