martes, 31 de diciembre de 2019

Recuento

Soy todas las veces que llené mi rostro de una sonrisa fingida,
otras más en las que me quedé callada cuando tenía tanto por gritar
y mis lágrimas se escondieron en medio del caos,
ahora he contado mis equivocaciones y me faltan dedos.

También se colaron uno que otro recuerdo de las veces que he sido feliz,
tantos insomnios envuelta en esas cobijas dando vueltas,
cuando a mitad de una canción me he vuelto a callar por miedo a desbordar,
aunque siempre he preferido ser elocuente, me gusta más mi otra versión.

La que no teme estallar en mil pedazos porque ya ha pasado por ello,
esa que la gente odia por siempre estar con cara de enfado,
pero a la que yo tanto amo pues es mi versión más real, leal,
que se asoma entre la mañana y tiene que esconderse tras un escritorio.

Esos vacíos que dejaron a su paso todas las personas que se han marchado,
las nuevas páginas que esperan ser escritas por gente nueva,
los bailes a mitad de la noche que te dejan el alma entera
reconstruyendo cada pedacito de vida que había sido olvidado.

Las resacas a las 6 de la mañana que te tienen vuelta añicos,
un sinfín de veces en las que los mensajes no eran suficientes
y necesité que alguien viniese a rescatarme con un simple abrazo,
esos miedos que se han quedado a mi paso y no se han vuelto a mencionar.

Y soy también las veces que me he vuelto más fría para no perder la razón,
decidida a no esperar lo mismo que doy y defraudada por los resultados,
siempre con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo
sigo escribiendo como esperando que me siga salvando después de tantos años...









sábado, 14 de diciembre de 2019

Hogar

Siempre quise ser la que ganara después de una larga jornada
en que debajo de las sabanas se peleara una feroz batalla
con el cuerpo desnudo y los deseos a tope sin descanso
y en que de todo se pudiera rescatar nuestras manos acariciándonos.


Tantas luchas por ver quien prepara el café, o quien se ducha primero
cuando por la mañana nuestras ganas hacen que compartamos el agua caliente,
despertando siempre a la misma hora para que el tiempo nos alcance
y que el desayuno no sea lo único que nos una antes de empezar el día.


Aún con tanta prisa en la que vivimos siempre habrá tiempo para un beso,
una caricia que va desde la boca hacia el rose de los muslos que ya tiemblan,
mis manos queriendo recorrer desde la punta de tu nariz hasta ese espacio
que siempre esta como en espera de que lo haga mio y lo reconozca.

Que al terminar la semana los quehaceres de la casa cuando son compartidos
pesan menos, la rutina de ama de casa ya no es la misma desde que apareciste
porque después de tanto tiempo de espera, supe que había encontrado mi hogar

cuando desperté y te vi abrazado a mi cintura con esa sonrisa y los ¡buenos días!

Teniendo un montón de ideas para cuando creciera y sentara cabeza,

aunque suena tan absurdo que "sentar cabeza" signifique casarte y tener hijos,
siempre he tenido mi idea única de ser y hacer las cosas desde pequeña,
ahora comprendo que el lugar y estilo de casa es lo de menos.

Cada noche me voy a la cama con la idea de no poder quererte menos,
de ser mucho más que un absurdo contrato en que ambas partes aceptan
ser de todo y para todo el uno del otro, con tantas letras, infinitas
que lo menos que necesitamos es un papel para saber y aceptar todo eso.


Y de pronto las películas de amor que siempre vi ya no me resultan tan absurdas,
cierro los ojos y te siento cálido, a mi lado con nuestras manos entrelazadas,
a punto de colapsar de tanto amor, tanta pasión en una cama ya deshecha,
con la única intención de hacernos un poco más bonita la vida...









viernes, 6 de diciembre de 2019

Las estaciones del alma

Me he descubierto taciturna disfrutando de ello
cuando a mitad de mi camino suena muy fuerte
dentro de mis audífonos la canción que me ha partido el alma
tantas veces por recuerdos o la intensidad de sus letras.

Así creo que sentimos nosotros los poetas, los locos
que le escriben al amor a las tantas de la madrugada
o los que venimos a rompernos en silencio
para después reconstruirnos y renacer con más fuerza.

Sin necesitar de alguien que nos lea pero esperando que lo hagan
como quien decide pintar un mural sin poner su firma
porque aun guarda la esperanza y la fe en la humanidad,
con el sol como testigo y esas calles que lo han visto colorearlas.

He disfrutado un montón de cosas pero nunca nada comparado
con las letras que fluyen siempre que decido darles vida
porque siempre tengo la certeza de tener algo que decirle al mundo,
y busco la manera de no apagarme entre tanta intermitencia.

Y basta de sentirme a veces fuera de lugar (aunque tenga algo de cierto)
por lo mucho que me ha costado bajar la guardia para descansar un poco,
buscando siempre en las pequeñas cosas algo que me devuelva mi luz
aunque siempre ando por la vida encendiendo a otros.

Mis propias armas han cobrado una fuerza enorme a la hora de seguir
por las mañanas cuando el café no me es suficiente,
en los atardeceres que el frío se cuela por la puerta principal
y en las madrugadas que los dolores de cabeza se han vuelto infinitos.

Las infusiones de la abuela ya no surten efecto en mi,
los abrazos que alivian se han vuelto tan escasos
y mis manos siguen tan jodidamente frías
que resulta imposible calentar el alma dentro de aquella habitación.

Aun con todo esto también ha habido días despejados
en los que no hacen falta tantos abrigos y la ropa sobra,
que los pies descalzos entre la arena suena al mejor plan,
y el sonido de las olas rompiéndose son como terapia para el corazón...