Siempre he pensado que los escritores tienen una forma en particular de hacer ver a los demás cosas tan comunes como lo son la tristeza, la perdida, el enojo, la felicidad, la soledad; es como si ellos estuvieran contando a su manera lo mierda que te sientes al final de la noche, o el vacío que has experimentado a lo largo de un tiempo, y siento que no puede haber mejor forma de ver la vida que a través de esas letras.
Poniendo no solo el tiempo y esfuerzo, tratando de calmar un poco los demonios internos y dejarlos respirar a la intemperie, y sin querer, hacer que otros puedan sentir algo similar, acallar todo lo que quema desde dentro, porque ya no basta con una buena canción tomando el café o fumando un cigarrillo.
La vieja escuela sabe de sobra la cantidad de rasguños que nos aguantamos por experimentar un poco de adrenalina, las tardes eternas en que los juegos con los amigos eran la mejor medicina para el alma, descubriendo formas en las nubes acostados en el césped, o sentados bajo la sombra de un árbol.
Se cambian los jugos por las bebidas, los amigos por unos desconocidos en un bar que al final de la noche terminan siendo conocidos, y la vida va cobrando otro rumbo, amaneciendo con un dolor de cabeza insoportable pero con la gran alegría de estar viviendo.
Recorriendo las mismas avenidas una y mil veces, decides quedarte en tu ciudad, y sin importar ahora la monotonía o las mismas caras conocidas que pasan por el parque y siguen su jornada (muchos sin siquiera notarte) has aceptado de una vez por todas que se esta bien en este lugar porque te sientes segura, a salvo de lo desconocido.
Como si en lugar de tener dibujadas unas marcas en el rostro "pecas" les llaman, te hubieran plantado el mapa para no perder tu rumbo, y el destino quisiera que te quedases ahí sin importar cuantas veces quieras salir corriendo a cualquier punto cardinal, lejos sin importar algo más que tú.
Te has decidido a ser valiente y afrontar lo que venga, porque desde siempre tu has sido la que abre los frascos de mayonesa sola, la que va por la calle intentando no pisar las rayas, como niña, quien ha tomado las riendas en sus manos, y una noche cualquiera sonríe y es feliz...
sábado, 23 de febrero de 2019
sábado, 16 de febrero de 2019
Complejidad
Últimamente he tenido días interminables y noches demasiado cortas como para que si quiera tenga oportunidad de soñar, o en cualquier otro caso de mis pesadillas recurrentes, me han acribillado tantos recuerdos de ex amores, de viejas amistades, y un sinfín de absurdos, los momentos en los que el sol me pega de golpe en la cara es como si el cielo me estuviera maldiciendo o recordando lo poco prudente o paciente que soy en muchas cosas o situaciones.
Las calles se vuelven tan poco serenas, el café por la mañana ya no me conforta como antes, aquella noche ansiaba tanto por un beso; y entonces él solo optó por decir "nos vemos", las viejas canciones que antes ponían mis pelos de punta se van como agua.
He llegado al punto en mi vida que las emociones resultan ser tan lejanas y poco comunes, siempre he sentido que tengo mi alma vieja pero de un tiempo para acá todo se ha intensificado, como si mi cuerpo ya no me perteneciera y sin embargo sigo luchando por algún "ojalá con el tiempo".
Y es que ese es el maldito problema, la relatividad del tiempo cuando lo que necesitas debería ser tu misma, ya sin tantos porqués, sin todo ese caos que se ha formado en tus adentros y no se quiere marchar. Ninguna persona por muy buena que resulte puede resolver ese crucigrama que ni tu misma logras entender, así que decides ir por la vida con una careta bien puesta para que se acaben las interrogantes.
Ya no te satisface cualquier libro, no te llega la nueva canción de moda, porque comprendiste hace mucho que lo tuyo es la complejidad en cualquier aspecto de la vida, por mucho que cueste, por todo lo que has pasado, nunca resultarás fácil de interpretar ante unos ojos comunes, por eso lo tuyo siempre resulta tan caótico, tan lleno de paradigmas.
Aprendiste a no poder ni querer bajar la guardia, te aburre sobre manera lo ordinario, lo hostigante, el aroma de lo banal tampoco es lo tuyo, te cuesta admitirlo pero a pesar de los altibajos crees que tu yo del pasado se puede sentir orgullosa del camino en el que vas y en lo que te has convertido...
Las calles se vuelven tan poco serenas, el café por la mañana ya no me conforta como antes, aquella noche ansiaba tanto por un beso; y entonces él solo optó por decir "nos vemos", las viejas canciones que antes ponían mis pelos de punta se van como agua.
He llegado al punto en mi vida que las emociones resultan ser tan lejanas y poco comunes, siempre he sentido que tengo mi alma vieja pero de un tiempo para acá todo se ha intensificado, como si mi cuerpo ya no me perteneciera y sin embargo sigo luchando por algún "ojalá con el tiempo".
Y es que ese es el maldito problema, la relatividad del tiempo cuando lo que necesitas debería ser tu misma, ya sin tantos porqués, sin todo ese caos que se ha formado en tus adentros y no se quiere marchar. Ninguna persona por muy buena que resulte puede resolver ese crucigrama que ni tu misma logras entender, así que decides ir por la vida con una careta bien puesta para que se acaben las interrogantes.
Ya no te satisface cualquier libro, no te llega la nueva canción de moda, porque comprendiste hace mucho que lo tuyo es la complejidad en cualquier aspecto de la vida, por mucho que cueste, por todo lo que has pasado, nunca resultarás fácil de interpretar ante unos ojos comunes, por eso lo tuyo siempre resulta tan caótico, tan lleno de paradigmas.
Aprendiste a no poder ni querer bajar la guardia, te aburre sobre manera lo ordinario, lo hostigante, el aroma de lo banal tampoco es lo tuyo, te cuesta admitirlo pero a pesar de los altibajos crees que tu yo del pasado se puede sentir orgullosa del camino en el que vas y en lo que te has convertido...
miércoles, 6 de febrero de 2019
Batalla
Todo este tiempo tratando de acomodar lo que con tanto trabajo he llevado a cuestas a lo largo del tiempo, con tantos tropiezos, ir y venir, desamores, grietas que se han hecho cada vez más notables, y al final del día me quito los tacones con mis pies exhaustos, desabrocho el brasier con la esperanza de sentirme libre, me pongo la pijama y bebo sorbo a sorbo ese café que durante todo el día desee mucho más que unos brazos que me guardaran, porque me he acostumbrado tanto a la cotidianidad, que ya no espero que nada me quite el sueño, o que alguien venga a salvarme.
Y es que cuando aprendes a lidiar con tus propios demonios, prefieres evitar que alguien más te venga a sumar preocupaciones, enfados, celos y todo lo que conlleva eso a lo que la gente hoy en día ha decidido llamar relaciones.
Maduras cuando tus resacas ahora te duran todo el domingo, y el tiempo libre ahora lo ocupas para arreglar tu casa, limpiar tu vida, sacar esa energía negativa que por mucho tiempo habías permitido a tu alrededor.
Te resulta más interesante una persona que tenga algo más que ofrecer aparte del "buen físico", ya no vas por la vida haciendo sentir mal al otro o creyéndote la víctima de cada situación que se te presenta, echas un vistazo a aquella niña que se mecía en los columpios y vacilaba al aventarse del tobogán más alto de aquellas albercas que visitó en algunas vacaciones con su familia.
¡Que gratificante cuando ya no esperas nada de nadie!, no existen más decepciones ni lamentos por creer de más, o echar a perder algo o alguien porque "tu eres la que esta mal", sabiéndote una mujer digna de amar y merecer algo bonito porque siempre te has esforzado por ello, sin embargo dejas que la vida pasé, que el tiempo tome su curso y que se tarde lo que tenga que, sin preocuparte más.
De eso se trata el camino que llevas andado y lo que te falta por recorrer, con sus altos y bajos, con la lluvia y el sol, las tempestades que son parte de todo, resulta que después de un tiempo se despeja y deja de doler, deja de hacer frío, tus amistades y sobre todo tu familia hacen que cada día valga la pena.
Y es que cuando aprendes a lidiar con tus propios demonios, prefieres evitar que alguien más te venga a sumar preocupaciones, enfados, celos y todo lo que conlleva eso a lo que la gente hoy en día ha decidido llamar relaciones.
Maduras cuando tus resacas ahora te duran todo el domingo, y el tiempo libre ahora lo ocupas para arreglar tu casa, limpiar tu vida, sacar esa energía negativa que por mucho tiempo habías permitido a tu alrededor.
Te resulta más interesante una persona que tenga algo más que ofrecer aparte del "buen físico", ya no vas por la vida haciendo sentir mal al otro o creyéndote la víctima de cada situación que se te presenta, echas un vistazo a aquella niña que se mecía en los columpios y vacilaba al aventarse del tobogán más alto de aquellas albercas que visitó en algunas vacaciones con su familia.
¡Que gratificante cuando ya no esperas nada de nadie!, no existen más decepciones ni lamentos por creer de más, o echar a perder algo o alguien porque "tu eres la que esta mal", sabiéndote una mujer digna de amar y merecer algo bonito porque siempre te has esforzado por ello, sin embargo dejas que la vida pasé, que el tiempo tome su curso y que se tarde lo que tenga que, sin preocuparte más.
De eso se trata el camino que llevas andado y lo que te falta por recorrer, con sus altos y bajos, con la lluvia y el sol, las tempestades que son parte de todo, resulta que después de un tiempo se despeja y deja de doler, deja de hacer frío, tus amistades y sobre todo tu familia hacen que cada día valga la pena.
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