¿Qué tan a menudo cuentas las pestañas que se te han caído con el paso de los daños?
¿Cuantas veces por la mañana has deseado más un beso de desayuno que el propio café?
¿Es tan difícil esa sensación que se reduce a las veces que has deseado unos abrazos que no te suelten más?
He caminado sobre el abismo infinidad de veces y siempre me atisba su recuerdo, aquel que por mucho solía volverme loca, gritar unos te quiero tan llenos de lujuria, tan impregnados de sus besos y los versos que con el paso del tiempo he vuelto a escribir, aquellas tardes en que el reloj transcurría entre las horas lejos de él y lo que faltaba para volver a verlo, entonces ya no hay palabras que puedan identificarme, ni ojos que logren descifrar el ataque que siento cuando al final de la calle no le encuentro esperando por mi, o al mirar con el rabillo del ojo, he perdido su rostro y se que por más noches que sueñe, ya no volverá.
Disturbios y un sin número de remolinos han quedado desde su partida y ahora, sentada frente al umbral de lo desconocido me he preguntado en cuantas noches logró olvidarme, en cuantos besos se le borro el sabor de los míos, ahora lo que más he sentido a flor de piel es la agonía de no encontrar más nadie con el cual compaginar tan bien, con quien exista esa química que inevitablemente brotó desde el momento en que lo vi por vez primera.
Y su barba, ¡DEMONIOS! siempre amé cada detalle de su rostro, pero era eso lo que me volvía loca, sentía al fin haber encontrado todo aquello que nunca busqué pero siempre soñé, tardamos tantos años en poder arriesgarnos, y lo absurdo de esa separación lo sigo sintiendo tan poco común.
Ahora por ejemplo he notado un par de arrugas más por el peso de los rasguños que llevo a cuestas, en mi rostro ahora se han hecho notar las trasnochadas por su recuerdo y vuelvo aquí a escribir porque es lo único coherente que he logrado hacer desde su ausencia, ese chico que ahora se ha tornado de un tanto desconocido, lejano, efímero me resulta difícil de reconocer aunque su rostro se parezca tanto a aquel que muchas veces me robo besos, caricias, suspiros, abrazos y tantos otros que ya no logro nombrar.
Y yo aquí, siendo la misma torpe que busca su sonrisa en plena calle, la misma que una tarde de domingo esperaba encontrar el amor, y volvía por las noches fatigada de tanto andar por la vida pero feliz por saberse de él...
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