miércoles, 8 de enero de 2020

Sanación

Siempre he tenido mi propio tiempo para sanar,
nunca puedo apurar al corazón a empezar a cicatrizar
mucho menos si se trata de alguna herida superficial,
así como lo visibles que son al sentirse expuestas.

He tenido momentos que me escondo a las tantas de la noche
en aquella habitación que me ha resguardado incontables veces,
cuando de niña lastimaron un poquito mis ilusiones,
o las veces que prefiero llegar a apagarme a ella y que el mundo siga.

Trato siempre de encontrar el equilibrio y ser un poco paciente,
pero sale a flote esa otra parte desequilibrada y un tanto loca,
que ha decidido que la espera agota y lo cotidiano apesta;
sintiendo que un día a la vez no es lo suficiente rápido.

Tomando lo bueno que se presenta cada cierto tiempo
y sintiendo que el mundo se viene abajo una vez al mes,
porque los dolores no son suficiente castigo,
la del espejo también reclama en esos días y pasa factura.

Y se va haciendo costumbre eso de las pizcas de dicha,
porque una no puede estar desperdiciando los días malos,
esos sirven para escribir y sangrar, para dejar a las heridas respirar,
y que el alma descanse un poco de tanto asfixio silenciado.

Todo cuanto más lo disfruto se vuelve contra mi,
encontrando la manera de hacerme daño
así también me pasa con las personas y que fastidio
me resulta encontrar el camino de retorno.

Sin duda los años no han sido del todo buenos conmigo,
las lecciones cada vez se vuelven más rudas,
las caricias un tanto menos frecuentes,
los besos ya no me sirven si no tienen sabor... 






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