He contado las veces que lloré bajo una luna llena
mientras pedía ser lo suficiente para alguien,
o la cantidad de letras que he plasmado
por tantos rasguños que me han hecho de un tiempo acá.
Vacía por tanto espacio que he hecho en algunos
a los que yo también rompí el corazón
o dejé algo inconcluso por cobardía o miedo de exponerme.
Miré un montón de películas cursis tratando de encontrar explicación,
de darle sentido al camino que llevo y el cansancio evidente,
tomé unos cuantos whiskys con la esperanza de seguir sin recordar,
despertar una mañana con la resaca acostumbrada pero con más alivio.
Otra noche que acostada en mi cama semidesnuda busco tu cuerpo
y me imagino enredada entre tu barba y mis labios
con la tan acostumbrada tibieza de tus manos sobre mis muslos
reconociendo mis piernas temblorosas por distinguir tu tacto.
Escabulliéndome encima de mi almohada, ahora mismo hace mucho calor
y tu no estas para apagarlo, ni encenderlo más de la cuenta,
tanto que no logre escapar de la húmeda llovizna en la que me encuentro,
vacilando tocarte porque temo interrumpir la sensualidad de la noche.
Deseo más que nunca ese pecho contra el mío con tu respiración agitada
y las manecillas del reloj pareciendo como que el tiempo se detuvo
en aquella habitación que envuelve nuestra intimidad
y nos hace dueños el uno del otro con tantas caricias y besos.
Mi apetito parece no tener fin cuando se trata de ti, de tu aroma,
de esa sonrisa inconsciente e inocente volviéndome loca a las 2 de la mañana
saboreándote una y otra vez mientras repaso el mapa de tu cuerpo
como si no me lo supiera ya de memoria, torpe, incrédula, loca por ti.
Reviso una y mil veces los lunares que me han marcado un camino
del que me siento atrapada y llena de vida al recorrer,
a través de él he podido descifrar el momento exacto
en que culminas y empiezo yo a vivir, a sentir y creer que si se puede.
Me deslizo entre tus piernas y siento como parte de mí ha hecho nido
en un mundo completamente conocido y al mismo tiempo misterioso,
como si supiese que corro peligro y me atreviera a cruzar el miedo
cuando en la madrugada despierto sobre tus brazos y me siento a salvo.
Con mis años y los daños sigo siempre escondiendo mis deseos,
esperando la ocasión para poder transformarlos o deshacerme de ellos,
con cualquiera de las dos opciones me ha ido bastante bien,
ahora no necesito de algo o de alguien para ser feliz...
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