jueves, 27 de junio de 2019

Lejanía

Conocí a alguien de una manera poco convencional,
sin dejar de ser algo único, nos fuimos entusiasmando
por como encajaban nuestros gustos, nuestras almas,
nuestro poco sentido común, el no querer encajar con esta sociedad.

Él aunque lejano me era tan familiar, como si lo conociera de otro tiempo,
en otras circunstancias en donde no nos separaban miles de kilómetros
y nuestros cuerpos y vida hubieran estado esperando a reencontrarse,
todo este tiempo se torno tan significativo al momento de compartir.

Sin si quiera haberme puesto una mano encima me eriza la piel,
ni hablar de la forma de su sonrisa, de esos ojos tan coquetos
y su abdomen tan perfectamente proporcionado me ha vuelto loca,
esa voz como una hermosa melodía que me ha devuelto la calma.

Querer tocar a alguien que no se te ha permitido,
sentir su pecho junto al mio cuando nuestros labios se funden en un beso,
sus manos rodeando mi cintura mientras aparta mi cabello de su rostro,
y estrujar su mano por el tiempo que hemos esperado hacerlo.

Esas tardes que se convirtieron en bohemias con las muchas canciones
que compartimos para conocernos de a poco y descubrir otra cualidad
en su lista de innumerables encantos que me han ido cautivando,
imaginar su día a día me llena de tanto y tan poco.

Teniendo en cuenta la lejanía en que se encuentra, me siento tan pequeña
y me repito tantas veces cuan difícil me ha resultado no pensarle,
no extrañarlo en los días donde no se nada de él y me sumerjo en los recuerdos
sin saber exactamente hacía donde voy, siempre esta él presente...






  



martes, 25 de junio de 2019

Por el puro gusto

Uno de estos días mando todo a la fregada
y me voy a recorrer el mundo
con maletas vacías y un montón de esperanza 
como quien se ha despertado de un largo sueño.

También con la victoria de saberse libre por primera vez,
de mecerte bajo el brillo de una media luna
y despertar con el cobijo del amanecer y el romper de las olas,
conocer y reconocerte de entre nueva gente.

Una muchedumbre que no se percata de tu existencia,
ni siquiera cuando rozas su hombro al pasar,
descubrirte jodidamente nerviosa con las cosas nuevas
pero sonriendo cual niña pequeña que juega en un parque.

Y te detienes porque la vida te ha insistido en hacerlo,
bajas por primera vez la guardia y te permites extrañar
a viejas amistades, antiguos amores y olores,
deseas por primera vez en mucho tiempo seguir sin que duela.

Te hallas a unos miles de kilómetros de esa primera vez,
de ese primer beso en que ocurría de todo y se sentía lo mismo,
pasabas de unas mariposas enormes en el estomago 
a unas manos temblorosas, inquietas, esperando quien las gobernara.

Vuelves de noche a tumbarte en el sofá y esperas, y mientras lo haces
te vence el sueño y te cobijas en esta nueva oportunidad que esperabas
desde hace mil amaneceres en los que te sentías pequeña
y sin querer vas descuidando partes que antes te eran elementales.

Hoy las duchas ya no son tan cortas y poco relajantes,
los desayunos aunque en solitario se sienten en calma,
esa taza de café que mucha falta hacía antes
hoy la tomas por el puro gusto y con un postre por eso de la valentía...






sábado, 8 de junio de 2019

Perdiendo

Que me he quedado sin palabras y con las alas rotas
unas veces más que otras y he necesitado un respiro
de todo y todos por los que paso últimamente,
sin mencionar la cantidad de ropa que ya no me queda.

Me estorban muchas cosas y unas cuantas personas,
hace falta una sanación que me ayude desde dentro
a curar sino todas, unas cuantas heridas
porque esto de ser fuerte ahora mismo pesa demasiado.

Voy por la vida intentando sanar a los demás
cuando soy yo la que lo necesita sin pedirlo
porque ya hace mucho tiempo se fueron quienes me sanaban,
fue entonces que aprendí a convivir con el dolor.

Ya no tengo tiempo ni paciencia para lo que al destino se le ocurra,
tampoco me interesa combatir la soledad con una mala compañía
porque los tropiezos me hacen ser selectiva y precavida,
una que otra vez el pasado llama a mi puerta pero decido no abrirle.

La monotonía también es algo con lo que he tenido que lidiar
y ahora ya no me parecen del todo abominables los domingos en casa,
o las mañanas donde sobra el café y falta con quien compartirlo,
donde el desayuno es lo único que parece llenarte en ese instante.

El cuerpo de tanto esfuerzo se agota y empieza a quebrarse
y el color de mi rostro ya se apaga cuando no lo logro,
los descansos son insuficientes y las jornadas eternas,
y las medicinas de alguna forma perdieron sentido contra mi cuerpo...