Dudosa ante las siguientes letras
me hallé escarbando todos esos recuerdos que alguna vez formaron una sonrisa
de media luna, y con las mismas ganas encendí el primer cigarrillo,
sintiendo un nudo en la garganta donde antes me inundaban de todos los sabores aquellos besos, ya no eran tus brazos los que me cobijaban en medio de la tempestad, la noche se apiado de mi alma y me soltó un poco de su brillo como dándome a entender que nunca volverás.
¡Y que alivio! porque descubrí otra faceta tuya que resultó tan lejana y desconocida, merodeé por los rincones de los lugares donde fuimos felices y nunca más se sintieron tan completos, tan llenos de vida y magia, después de tantos meses ya no me he topado con tu existencia, más que todas las veces en que mis letras me han hecho una mala jugada y vuelvo a escribir del tiempo en que fui feliz y claro esta que termino hablando de la forma de tus manos, los hoyuelos que se te forman en ambos lados de las mejillas, de como amaba cuando con tu barba me hacías cosquillas en el alma.
Que absurdo se siente seguir hablándole al hombre con el que indudablemente gané tantas alegrías y al mismo tiempo el que aun con el pasar del tiempo, de los daños,
me ha dejado tantas amarguras, tristezas, llantos, corajes.
Como quien va por la vida con viejas amistades, con esa manía de morderse las uñas cuando esta nerviosa, de agachar la mirada y hacer de cuenta que el mundo no se detiene ante su presencia, que no solo basta con verle sonreír para curar un poco las penas, que con el paso de los años se va volviendo cada ves más interesante, que puede que ahora ya no sea la misma talla que hace algún tiempo, y sin embargo, queda perfecta bajo el umbral de aquél farol que sigue en el lugar exacto como contemplando su caminar.
Existen mil y un formas de amar la vida: como la ves en que me quedé mirando esos ojitos de mi pequeña princesa, y esa paz que siento al abrazar a mi mayor alegría, las charlas que tengo siempre con mi hermana que terminan en risas hasta los huesos, y que decir cuando mi mamá sin saberlo, con su sola presencia me ha remendado el corazón más de una vez.
Todos mis escritos tienen algo en común: van llenos de muchas vivencias y lo que mi corazón me grita en esos momentos...
viernes, 17 de agosto de 2018
jueves, 2 de agosto de 2018
El frío
Yo quiero que el día esté nublado para ver las nubes danzar y a los amantes esconderse,
quiero cobijarme con el manto de mi ropa, sentir el calor que inunde mi alma,
ponerlo de pretexto para poder tomar de su mano, y porque no, un café juntos,
escuchar en las noticias que es la ocasión perfecta para quedarse en casa dentro de la cama envueltos uno encima de otro, con nuestras pijamas y la tv encendida,
escuchando el murmullo de nuestros corazones, desvistiendo nuestras ansias al unisono
como quien ha encontrado de pronto nuevas ganas de sonreír, buenas oportunidades de conseguirlo.
El frío es perfecto para ver la vida correr y nuestros sentimientos desbordarse,
para tomar una bebida caliente y sentirte un poquito más cálido, para dejar volar nuestra imaginación y conseguir que nos tomen de la cintura y dibujen miles de formas particulares en torno a nosotros, que los colores grises combinen tan bien
con nuestro estado de animo y ¿porque no? hasta permitirnos hacer un millón de mezclas en las que la vida nos resulte tan en calma.
Vacilando con la inquietud de la tarde y la tranquilidad de la noche, fumando un cigarrillo para calmar la ansiedad, el estrés y la monotonía, para recordar el porque la vida sigue siendo tan bonita y sin embargo ahí estamos día a día tratando de complicarla tanto, de lamentarnos porque hoy no sentimos que nos regalara algo bueno, y sin embargo nuestros amigos esos que nunca nos dejan, hacen de todo por sacar una sonrisa, por inundarnos el corazón.
Estoy tan convencida de que el frío es el mejor clima que puede haber, por aquello de resguardarnos en nuestro lugar favorito, de tomarlo como pretexto para cocinar un postre y consentir a nuestro yo interior, para quemar recuerdos dentro de una chimenea y al mismo tiempo sentir el calor que emana, para no dormir temprano por contar cuentos y repartir besos, caricias, orgasmos y uno que otro suspiro.
Definitivamente lo más parecido a la felicidad es ver la lluvia caer mientras te arrullas y vas cerrando los ojos de a poco, abrazada de esa persona que merece tus noches y tus insomnios, y que cuentes galaxias enteras entre su espalda y el final de sus pies, quien te sepa leer de memoria y haga que tu también te reconozcas entre las sombras, y al amanecer, frente al espejo y entre la comisura de su sonrisa, en el aroma de su cuerpo y en el vaivén de sus pasos.
Ahora ya han pasado más de cien inviernos y tu corazón sigue intacto, tus pensamientos tocan fondo y los recuerdos dejan de doler al menos mientras escuchas tu canción favorita y bailas al compás de las notas, te descubres rosa y roja, amarilla y todos los colores posibles, pero ya no gris, esa tonalidad ha dejado de complementarte...
quiero cobijarme con el manto de mi ropa, sentir el calor que inunde mi alma,
ponerlo de pretexto para poder tomar de su mano, y porque no, un café juntos,
escuchar en las noticias que es la ocasión perfecta para quedarse en casa dentro de la cama envueltos uno encima de otro, con nuestras pijamas y la tv encendida,
escuchando el murmullo de nuestros corazones, desvistiendo nuestras ansias al unisono
como quien ha encontrado de pronto nuevas ganas de sonreír, buenas oportunidades de conseguirlo.
El frío es perfecto para ver la vida correr y nuestros sentimientos desbordarse,
para tomar una bebida caliente y sentirte un poquito más cálido, para dejar volar nuestra imaginación y conseguir que nos tomen de la cintura y dibujen miles de formas particulares en torno a nosotros, que los colores grises combinen tan bien
con nuestro estado de animo y ¿porque no? hasta permitirnos hacer un millón de mezclas en las que la vida nos resulte tan en calma.
Vacilando con la inquietud de la tarde y la tranquilidad de la noche, fumando un cigarrillo para calmar la ansiedad, el estrés y la monotonía, para recordar el porque la vida sigue siendo tan bonita y sin embargo ahí estamos día a día tratando de complicarla tanto, de lamentarnos porque hoy no sentimos que nos regalara algo bueno, y sin embargo nuestros amigos esos que nunca nos dejan, hacen de todo por sacar una sonrisa, por inundarnos el corazón.
Estoy tan convencida de que el frío es el mejor clima que puede haber, por aquello de resguardarnos en nuestro lugar favorito, de tomarlo como pretexto para cocinar un postre y consentir a nuestro yo interior, para quemar recuerdos dentro de una chimenea y al mismo tiempo sentir el calor que emana, para no dormir temprano por contar cuentos y repartir besos, caricias, orgasmos y uno que otro suspiro.
Definitivamente lo más parecido a la felicidad es ver la lluvia caer mientras te arrullas y vas cerrando los ojos de a poco, abrazada de esa persona que merece tus noches y tus insomnios, y que cuentes galaxias enteras entre su espalda y el final de sus pies, quien te sepa leer de memoria y haga que tu también te reconozcas entre las sombras, y al amanecer, frente al espejo y entre la comisura de su sonrisa, en el aroma de su cuerpo y en el vaivén de sus pasos.
Ahora ya han pasado más de cien inviernos y tu corazón sigue intacto, tus pensamientos tocan fondo y los recuerdos dejan de doler al menos mientras escuchas tu canción favorita y bailas al compás de las notas, te descubres rosa y roja, amarilla y todos los colores posibles, pero ya no gris, esa tonalidad ha dejado de complementarte...
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