martes, 4 de diciembre de 2018

Dejar huella

Que me he quedado muchas veces justo en medio de un montón de letras que no alcanzan para esta inquebrantable alma que se ha cansado de luchar, de olvidar y perdonar, de ser siempre la causal de tanto revuelo que sigue de un lento suspiro, una cálida tarde o un disco de mi infancia que me hacía gritar cantando o bailar hasta volverme loca.

Siempre que me siento a escribir lo hago con la única intención de plasmar todo aquello que carcome por dentro o de lo que estoy segura en algún tiempo me hará recordar que tan feliz fui o que tan insoportable me sentí con aquel triste adiós.

Y transmitir a otros lo que hay dentro de mi, como para lograr incluso que alguien se inspire y componga una canción con lo que le hice sentir, algo que siempre escuchen y tenga mi sello, eso es lo que anhelo, dejar una huella en este mundo que haga que valga la pena mi existir.

No suelo esperar ser "la chica bonita" "la de las curvas definidas" o "cabello risado", ir más allá porque me parece perfecto ser ese puntito rosa dentro de esta vida a veces vuelta mierda, de personas que lo son aún más, o de envidias e hipocresía dentro o fuera, cerca o lejos.

Tengo un número incalculable de personas que me han acompañado por un breve o corto tiempo, muchos a los que perdí rastro y solo se queda lo más bonito dentro de mi, y es que es eso: aprender lo mejor de cada uno y dejar ir todo lo que nos afecta de una mala manera.

Y me repito a mi misma si esto es a lo que se refiere la gente cuando dice MADURAR, pero ¡que carajo! también soy de las que se emocionan aún cuando se sube a un columpio, cuando baila con la coreografía de la infancia y la que sueña despierta mientras ve una película o novela de amor.

La vida siempre va a ser agridulce, esta en cada uno de nosotros la cara con la que la enfrentamos, el poder que vamos adquiriendo con cada golpe o caída, el escudo que ponemos y todas esas veces que nos levantamos con o sin ayuda y lo que hacemos al respecto...